IX

El control tiene como secuencia consenso, media o forma más común de las secuencia política, que se reproduce con muy pocas variaciones, y, por lo tanto, secuencia de reconocimiento, la tristeza, el abatimiento, el desánimo hasta acabar en una desmoralización completa. Esta secuencia inicial alterna con fases de embotamiento de los sentidos y desorientación espacio-temporal, y ciclos periódicos de impulsos de autodestrucción, efervescencia pulsional y ataques de ira. La serie completa vuelve a reiniciarse una vez ha llegado a su fin. El circuito de retroalimentación político se define por mantener en vilo a la unidad personal, pone a prueba el elemento de guarda, estabilizador, para ver hasta dónde puede aguantar, cuál es su límite, la capacidad de resistencia que tiene bajo condiciones variables. Los ensayos sirven para mejorar el dispositivo de control, prever futuros problemas y modelar al individuo como prototipo, siempre en fase de pruebas, prescindible si la situación lo requiere, estado subjetivo fundado en un flujo constante y biestable de (in)seguridad, calma en el miedo y desvalimiento asistido. 

VIII

El arcano del poder no sólo es lo que (se) guarda, es el propio GUARDAR, la espera asociada y los costes emocionales derivados del estado de guardia permanente, el desgaste psíquico y físico, evidente en todo tipo de encierro, pero que no se observa menos en la aparente libertad en el seno de nuestras ciudades. La promoción de la seguridad, el cuidado en las formas, la vigilancia atenta, la regulación estricta, tienen como contrapartida un aplacamiento de los instintos, una disminución del umbral de percepción, una rigidez característica del cuerpo y estandarización de los movimientos que va unida a una mirada turbia, desconfiada, ojo apagado y cerebro de reducida actividad eléctrica. El gasto para el organismo es incalculable, agota fuerzas y recursos; las consecuencias para la vida cotidiana devastadoras: una vivencia del espacio indistinto, genérico, y de un tiempo que no pasa, materia amorfa, insustancial, donde todo es siempre lo mismo, sin diferencias apreciables. Una vez que se instauran las reglas y los protocolos de actuación, no queda por guardar sino silencio y respeto, igual afuera que adentro, en los actos y en los pensamientos, apenas un recuerdo puesto en movimiento, resorte disparado.