XIX

La vida es una forma de ausencia, LA forma de la ausencia; arte de no-ser, espectro de existencia, desaparición forzosa, estar ausente de continuo, desvanecimiento gradual, no estar en ninguna parte: ab-sere. El orden político es paralelo al orden ontológico, el estado de guarda es un estado del Ser, esto es, contrario a la vida. Por su lado, el estado de ausencia no forma estado ni es estatal y sólo se guía por una exigencia de éxtasis, distante al infinito de la detención política, diferente de todos los protocolos de estasis y coagulaciòn de la experiencia. La ausencia es la única resistencia que dedica todas sus fuerzas a la construcción de (una) vida singular, incomparable y concreta. En su carta de naturaleza se distingue por igual de la resistencia atrapada en la lucha, en la dialéctica del Ser, de la insistencia, que busca perseverar en las posiciones, como oposición, choque y confrontación de fuerzas, a pesar de que pueda ser necesaria, inevitable, cuando la vida corre peligro, sin ser propiamente vital. Es una opción política dentro del orden político. Y de la resilencia, como capacidad de adaptación, la flexibilidad como criterio imperante, unida a la desensibilización progresiva y la acomodación. Ninguna resistencia verdadera al ordenamiento político puede ser política, no puede guardar nada para sí, ni para los otros, ni ponerse en guardia frente a ninguna situación. Desde este punto de vista, en un mundo que hace del ruido, la propaganda, la escenificación de todos los actos y la exhibición, consigna y valor indiscutible, plantea serias dudas que la mera movilización e indignación, la continuidad del ruido, signifique un verdadero cambio de rumbo, una creación de formas de ausencia. Más bien es una continuación de la retórica del ser, el triunfo de la representación, una forma más de ganar presencia, de hacerse presente. Son mucho más estremecedoras, conmueven el alma, las incontables personas silenciosas, las vidas secretas, que llenan las calles, que buscan dónde dormir, cómo sobrevivir, que intentan vivir su vida. El silencio es demoledor. Es otra cosa que el ruido; no pertenece a la política, es exterior al lenguaje y al intercambio de todo tipo, social o económico. No es cuantificable ni monetizable; estéril, no se somete a ningún criterio de eficacia ni acumulaciòn de capital. Está por todas partes sin estar en ninguna. Es la forma imaginable más pura de la resistencia, acto de (por) vida.