XXV

El flujo guardián, la vida artificial del animal político, es la paradoja cumplida de un flujo de estado(s), una corriente estática, secuencia de escenas programadas, en buena parte autoejecutables, que es plenamente operativa cuando se despliega como una doble cabeza de captura y registro, dividida también en dos partes o apéndices. En cuanto captura manifiesta, el estado de guarda es palabra y acción, significado y constitución de la realidad; del lado invisible, es un fenómeno de difusión que combina la activación a corta distancia y la inhibición de largo alcance. Todo acto o palabra ejecutados, puestos en acción según las premisas de un movimiento detenido, secuencial, supone una aparente activación, algo que un sujeto hace, toma a su cargo, al precio de una inhibición acumulativa, un bloqueo progresivo de las funciones vitales, visible con el paso del tiempo. Las aparentes contradicciones de la política se explican por la complejidad del mecanismo de interacción entre lo que se promueve y lo que se inhibe, en ciclos periódicos que dan consistencia a un orden variable. Hablar y actuar, activar e inhibir, van de la mano y configuran el espíritu de la época; los campos semánticos se transforman al momento en campos de experiencia, de fuerza, de ejercicio del poder. Es lógico que las nuevas políticas de concentración parcelaria de los cultivos, surgidas después de la segunda guerra mundial, tuvieran el precedente de los campos de concentración, que a su vez prefiguraron, a modo de modelo tosco, experimental, las actualizaciones más logradas, sofisticadas, de los campos de detención y de refugiados modernos. Era la IDEA del momento, la imagen del pensamiento inoculada. Desde la perspectiva del dominio, si las condiciones son propicias, el cultivo agrícola no es un tema diferente a la muerte y esclavitud mecanizada de poblaciones enteras, al cuidado, manejo y cultivo de la vida humana. Ciertamente, la explotación de las pequeñas parcelas tradicionales, separadas por setos vivos o setos de piedra, no permitía incorporar la maquinaria agrícola moderna que se había desarrollado antes y durante la guerra. Para utilizar los tractores cada vez más potentes, los sistemas de irrigación más complejos, las enormes cosechadoras, se necesitaban grandes superficies sin obstáculos. Era necesario suprimir las antiguas separaciones, borrarlas del mapa, en beneficio de las grandes extensiones sin barreras aparentes. Las parcelas se reagruparon, a pesar de los conflictos, se arrancaron los setos, para que la agricultura intensiva fuera un hecho. Una sola idea, un mero proyecto, había bastado para modificar, remodelar sin miramientos, un número incontable de poblaciones y formas de  vida. La supresión de obstáculos, de barreras, la unificación de la multiplicidad de parcelas, podría parecer un progreso, algo liberador, pero la consecuencia fue la generalización de los paisajes de monocultivo, la pérdida de la diversidad vegetal, la coagulación del campo, sin contar la influencia negativa sobre el medio ambiente, ya que la eliminación de los setos dejaba sin refugio a muchos animales y, al no retener el agua de las lluvias, incrementaba las inundaciones. La concentración parcelaria no pudo aplicarse con la misma intensidad en todas partes; fue profunda en las regiones llanas de los campos abiertos, y más difícil en las comarcas de montaña. Todo son campos, política de zonas de intervención, de relleno de campos, campo semántico inseparable del campo de fuerza, directriz de obra. El poder, la animación suspendida, es una neblina que cubre el valle de la tierra con sus ideas, con palabras de fuego que moldean, construyen y destruyen el mundo; la política tiene un origen metalúrgico, fundamento y fundición, flujo y estado sólido, sólo promueve, liquida y vuelve líquido, aquello que solidifica, coagula por otro lado. El lingote es el modelo estatal, del estado, la concentración de poder visible, el núcleo económico, burocrático del mando unificado. La alternancia de la dispersión y la concentración obedece a la misma lógica con que los efectivos de un ejército se dispersan o concentran, depende del enemigo a abatir, de la posición a conquistar. Es la orden universal, tajante, de un orden difuso, en continua difusión.