XXVII

El acto de la vida, las actas vitales, el hecho no-político fundamental, es la relación sin término(s), no sujeta a contrato, limitaciones ni condiciones previas. La VIDA es relación creada, creación de relaciones, incluso a nivel social, flujo que sólo en última instancia segrega una representación secundaria, testimonial, un excedente mínimo que sedimenta en forma de identidades y lazos reconocibles. Este flujo derivado, verdadero subproducto de las relaciones, desecho despreciable, se vuelve extremadamente peligroso, letal, cuando toma el control y pasa a considerarse la parte más importante, el sentido de todo el proceso. Toda la realidad se reinterpreta bajo esta premisa, esta nueva valoración, que de forma retroactiva afecta a todo el tejido de las relaciones y provoca el rechazo, el miedo, la autolimitación de los relatores vinculados a estas relaciones que llegan a renegar de sí mismos y aceptar la parte despreciable como la más importante. El estado de guarda,  la vigilancia continua, no es más que esta inversión de flujo consolidada y normalizada. El flujo guardián no puede existir como PODER si antes, de un solo golpe, no crea el propio sujeto y el dominio que afecta a este, en el fondo ilusorio, con la colaboración de los propios afectados. Creen realmente que son objeto del poder, que la política es una realidad efectiva. El dominio es el engaño, más allá de las ganancias, los beneficios resultado de este castillo en el aire. La ley del flujo guardián es la capitulación de todas las RELACIONES, la transformación de las relaciones concretas en abstractas, intercambiables e indistintas, es decir, capitalizables. Sólo lo abstracto se puede capitalizar, acumular, distribuir y, en último extremo, monetizar y vender, según la regla de equivalencia instaurada. El CAPITAL, por tanto, es la imagen que el golpe de mano del subproducto, el flujo derivado que suplanta al principal, tiene de sí mismo y proyecta a la totalidad de los sujetos y objetos, y uno de los muchos nombres que toma el flujo guardián. Es su forma, nada sutil, de declarar su importancia y la obligada supeditación a sus fines. La relación terminal asume la capitalidad de todo el conjunto, fuerza de mando y de abstracción. En una primera fase, podemos pensar que se trataba de aumentar el número de posesiones, bienes inmuebles y muebles, que todo giraba alrededor de la propiedad. Después, que el sentido de la capitalización de la experiencia era aumentar el consumo y, en consecuencia, producir el mayor número posible de consumidores, de todas las edades. Por último, la sustancia fundamental, el verdadero capital de la capitalización universal, se revela: el objetivo fundamental era y es aumentar el tiempo de conexión y el número de conexiones, conectarlo todo y aniquilar la relación, sofocar la vida. Es el triunfo de una vida inspirada en el LENGUAJE, el apogeo de la red; lo real se sitúa a la altura de una palabra integrada en un código abstracto, no vale otra cosa, es tratada de la misma forma. Si lenguaje no es sino el resto de la operación del pensamiento, su coeficiente abstracto; el poder no es más que el residuo de la relación social. El carácter progresivo de este proceso implica que llegará hasta el final del camino iniciado sin importar las consecuencias. En las fases finales de una guerra, todo el mundo es declarado válido y llamado a filas, no importa su condición; en la actualidad, asistimos a un sorprendente cambio del escenario político, un giro inesperado, apoteosis del flujo (de) capital que reclama, en una paradójica voracidad sin límites, también los residuos, los despojos de su propia producción. El objeto de rechazo se convierte en lo deseado. El otrora residuo social, agotadas otras fuentes, pone el punto de mira, mediante una inversión de las perspectivas, en el desecho. No escapa a la ley (del) capital; como todas las cosas, debe ser conectado, participar de la conexión, aunque haya sido previamente desconectado. El excremento como materia reutilizable. Es sintomático que en fecha reciente el ADN basura se haya revelado útil. La gestión de los residuos, la tarea obligada del reciclaje tampoco es un hecho casual; es un dato revelador del agotamiento de un ciclo y la aceleración antes del fin. El flujo guardián, fiel a sus principios, debe llevar la abstracción a sus propios restos, ya sean subjetivos u objetivos, la materia es indiferente, debe volver a procesar lo ya procesado; es necesario que lo que no tiene conexión sea conectado, que lo inconexo se reincorpore a la función general, forme parte de la cadena. Cualquier cosa en cuanto cualquiera debe ser catalogada, homologada y representada como elemento de un conjunto. El control de los residuos materiales va unido a la rentabilización y administración de los tiempos muertos, vacíos, inútiles por definición. Se trata de capitalizar el propio resto, los desperdicios del sistema; donde antes no se hacía nada conectable, ahora se hace algo estandarizado, aunque sea mirar una pantalla. La RED es la expresión más acabada, el espejo del capitalismo terminal, del flujo guardián digitalizado, es la forma de capitalizar y volver productivo lo improductivo, de eliminar los tiempos muertos, los intersticios en los que la vida se refugia, toma aliento. Metodología estricta de catalogación y diversificación de contenidos, su aparente falta de criterio y control, oculta una técnica de captura del tiempo libre, del tiempo de vida restante, temporalidad residual, al margen de las conexiones y las abstracciones. La CONEXIÓN es el trabajo del futuro, la ocupación de los que no se ocupan en nada, absorción de una vida, ahora sí, sin residuos. Como en la industria alimentaria, todo se aprovecha. La capitulación es total y sin condiciones.