IV

Un ESTADO es un movimiento arrancado al movimiento, sustraído, una detención, un estancamiento, una charca cenagosa donde todo acaba por pudrirse y depositarse en el fondo. La paradoja del orden colectivo, individual o personal, la estasis generalizada contraria a todo éxtasis, es que necesita el movimiento aunque sea para mejor controlarlo y asegurar el éxito de la detención. Esta naturaleza dependiente enfatiza la necesidad de la inestabilidad en un sistema que necesita responder con rapidez al cambio. Esta exigencia tiene muchos análogos en la vida diaria y aparece a cualquier nivel, a cada paso que damos, en cada cosa que vemos. Si las imágenes en una pantalla de televisión persistieran más de una fracción de segundo, los objetos en movimiento irían seguidos de sus fantasmas; la acústica con ecos hace menos clara la percepción del habla y de la música. Las diversas vías de señalización políticas, los ordenamientos, normativas y reglas, han inventado mecanismos correctores, fluidificantes, complementarios de los mecanismos generales de estabilización y elementos de guarda, para devolver el sistema a su estado inicial. Las señales antiguas, ya en desuso, se borran de forma continua para que no entorpezcan la percepción de las nuevas señales, en un ciclo que no tiene fin. La figura del aprendizaje está a punto de desaparecer, se sustituye, pieza a pieza, por la alternancia impredecible de circuitos de inhibición e inducción, formación continuada en el vacío.