La protección exige pago, con más motivo si la seguridad dimana de la misma fuente que el peligro. Protectores y amenazadores forman sociedad, LA sociedad. El ángel de la guarda no es más que la representación de este vínculo social, idea cautiva y cautivadora, carcelero del alma que graba a fuego en las consciencias la orden de detención, pérdida de envoltura y desenvoltura vital, desnudez expuesta; una unión de términos antitéticos, CEBO y ANZUELO, protuberacia cárnica luminosa, que oscila en un medio denso, pesado, y atrae a su presa en medio de la oscuridad. Las atracciones nunca son gratuitas; el engaño da sus primeros pasos, inicia su andadura, con la variopinta gama de señuelos con que son obsequiados los natos a este mundo protegido y siempre en guardia. El regalo envenenado se ha de guardar.